Cuando empecé mi relación con flamantísimo eramos un par de muchachitos de 18 y 19 años que nos faltaba mucho por camino por recorrer y mucha malicia por aprender; pero hubo algo que me llamó la atención, además de que me parecía muy guapo y es que él (al igual que ahora nuestro hijo de esa misma edad), era como un viejito en el cuerpo de un pela’o, no le gustaba mucho el arrepinche, ni las multitudes, ni el bullicio y era hasta cascarrabias y ermitaño, pero eso me encantaba, porque siempre he pensado que para “arrepinchosa”, conversadora y eléctrica: YO, esas cualidades en un hombre son peligrosas.
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