
Con los años el título de suegra ha sido utilizado en broma y en serio con una connotación negativa que ya está sembrada en nuestros subconciente desde que somos niños; es una cosa tan rara, antigua y hasta graciosa que ni lo reparamos.
Pero si nos ponemos a meditar, esa señora es la madre de nuestra pareja, de la persona que amamos y que cuando formalizamos relaciones se queda para siempre en nuestras vidas, aunque muchos insistan en el argumento de: “yo me caso con él o ella y no con su familia”; sí? Pues sepa que en la realidad esa frase queda sin efecto.
La única manera en que no se tiene tanto contacto con las suegras es cuando hay tierra de por medio, sea en un mismo país o en otro, pero con tanta tecnología la cosa ni es tan así, tampoco.
Por alguna extraña razón las madres sentimos que nuestros hijos en cierta forma nos pertenecen para toda la vida y que debemos “cubrirlos con nuestros mantos de protección” aunque sean adultos viejos y pellejos, es algo más fuerte que nosotras.
La magia de ser una buena suegra radica en que en algún punto del camino debemos entender, primero que los hijos no son nuestros sino de la vida, que Dios nos los dio para guiarlos y dejarlos tomar sus propias decisiones, precisamente la más importantes tiene que ver con la elección de la persona de la cual se enamoran y a quien desean unir su vida.